domingo, 16 de febrero de 2014

Memorias de una adolescente sarcástica - Capítulo 3

Capítulo 3 

Repasé mi lista de contactos. Sara y Tania ya estaban en ella. Y me alegraba de ello, porque hablar de sexo a través de WhatsApp con mi madre cada vez me parecía menos raro. Recibí una llamada de Sara, que decía que iba a iniciar una huelga anti madrugación. Mientras despotricaba, aproveché para repasar la lista que me había hecho Tania sobre los compañeros de clase.

Joan María: victima del bullying de la clase 
Patricia: guarra de la clase
Daniela: mejor amiga de la guarra de la clase 
Edgar: el mejor chico del mundo, más guapo, más dulce, más perfecto (según la descripción de Tania); para mí, el maloliente popular 
Pablo: el empanado que no se entera de nada 
Sofía: la maniática 
Diana: la emo (la chica de las rajas de los brazos) 
Mario: el rockero marginado
Marc P: mejor amigo del rockero e intento de ser un ligón de playa (intento fracasado) 
Marc G: Empollón nº 1 
Carlos: Empollón nº 2 
Sebas: Empollón nº 3 
Raúl “Er mah’ $hulÔ’”: Cani (no le mires a los ojos, JAMAS) 
Saray: Choni. Novia de er mah chulo. 
María: Doña perfecta. Esta buena, es popular, tiene talento y saca buenas notas. 
Laura H: Gamer de la clase. Todos los videojuegos y consolas pirateados los tiene ella.
Oscar: Deportista estrella. Sacado de una película americana. Popular. Muy popular. 
Blanca: Pija, repipi y guapa.
David: Tocaba en un grupo. También tenía aspecto de malote, pero todos dicen que es para disimular lo buena persona que es. 
Pau R: Drogadicto. 
Gerard: Borrachuzo. 
Albert: El salido de la clase. Se rumorea que ya lo ha hecho.
 Sara: mejor nadadora del colegio. Lista. Rara. 
 Tania: Yo, la más mejor. 
Clara: Dibujante. Todos los concursos de arte los gana. Tiene matriculas en Plástica. Vende cuadros y esta forrada por el dinero que recauda.
Pol: Mariquita. No hay mucho que decir, solo que su mejor amigo aún se cree que es etero. 
Víctor: Amigo tonto que no se da cuenta de que su amigo es gay, pero es buen chaval aunque le cuesta estudiar.

 Sonreí pensando en la descripción que me había propiciado Tania acerca de Sara. Y en su descripción. Sin duda eran chicas inocentes y dulces, sin ningún tipo de malas intenciones. Exactamente igual que yo. Éramos 29 contándome a mí. Tendría que engancharme el papel a la carpeta para consultarlo cuando estuviese en clase. Cogí mi mochila y salí en dirección al colegio. Hoy Mario no estaba en el rellano, esperándome, así que aproveché para escuchar música mientras me estudiaba el papel. La calle estaba extrañamente transitada,y intentando olvidarla, me puse mis cascos y seleccioné la canción Jesus of Suburbia de Green Day, por recomendación de mis amigas. Pegué un salto en cuanto empezó. Acostumbrada a mi música indie o alternativa que jamás sonaba estridentemente, el sonido de la guitarra fue excesivo para mis oídos. Al tiempo que bajé la música y me quité un casco para descansar la oreja, pasaron por mi lado el tal Óscar con su ropa de baloncesto y sus amigos por mi lado. Fue cuando me di cuenta de que era bastante mono.

- Eh, nueva. Tendremos que llevarte a las olimpiadas para que compitas en salto, porque tía, parecías un conejo.

También me di cuenta de que era bastante estúpido. Pensé rápidamente en algún comentario de mi especialidad, pero hoy no me sentía inspirada en el sarcasmo, así que le solté ásperamente:

- No necesito que TÚ me lleves a ninguna parte. Solo que mis pies me lleven muy lejos de ti.

Paró de reírse para fliparlo conmigo. Seguro que pensó que de que iba la nueva o en algún tipo de contestación, pero él era muy corto de mente y yo ya había acelerado mi paso, por lo que le dejé allí plantado con sus amigos mirándome con desprecio. Frené cada vez más mi paso según llegaba a la puerta del insti. Cuando ya iba andando por los pasillos, no quedaba prácticamente nadie, así que corrí como una idiota porque no sabía qué clase me tocaba ir. Estaba convencida de que me acabaría confundiendo de clase. Pero no, llegué justo a tiempo a Historia, cuando vi a mi profesora entrar en mi clase y vi a todos mis compañeros sentados en sus sitios. Soy un poco tonta, la verdad, porque tampoco es que conociese más caras de gente en el instituto. Me senté y Tania me miró:

- Menuda carrera la del pasillo, eh.

- ¡¿Podrías esperarme a partir de ahora, por amor de Dios?! Casi entro en la sala de profesores porque pensaba que teníamos tutoría y la clase era allí.

 - Desde luego, no se te puede dejar sola- Sara se giró para reírse un poco de mí, pero sin mala intención.

 - ¡Sofía!- la de Historia gritó a mi compañera de tres filas más adelante, per miraba a Sara. Todo el mundo se calló, para al cabo de tres segundos estallar en una carcajada al unísono- ¡Saray!-otra vez risas por los errores de la profesora- ¿Puedes decirme de una vez cómo te llamas, chiquilla?

 - Sara.

 - ¿Qué más?

- Solo Sara, mis padres no querían que tuviese segundo nombre.

Risas otra vez. Pero Sara no lo dijo para que se riese la clase, lo dijo muy en serio.

- ¿Apellidos?

 - Arendéz Hemar.

Que apellidos más raros que tenía la pobre. Tania me aclaró:

- Sus padres son vascos, pero ella es nacida y criada en Catalunya.

 - No tiene acento.

- Se aseguraron de que aprendiese a hablar como los españoles, para que no se riesen de ella por su acento.

 Padres previsores.

- Pues ¡Sandra Arenques de Mar! Haz el favor de callar.

 Oh oh. Daba igual lo que se hubiesen esforzado sus padres. Ella sabía, Tania sabía, yo sabía y el resto de la clase sabía que se empezaría a conocer como “la Arenques de Mar”. Y se iban a reír durante mucho tiempo. Toda la clase se empezó a partir la caja tan fuerte que incluso la profesora lo oyó y empezó a mandar callar para poder continuar con la lección. Pero hicieron caso omiso, y empezaron las bromas pesadas:

- ¡Arenque, ya decía yo que olías a pescadería! - la voz de una pija repípi malcriada, seguramente, llegó del otro extremo de la clase.

 - ¿Cómo están tus amigas, las sardinas?- Óscar, que había llegado cinco segundos por detrás de mí, se acopló al grupito de las mofas, pinchando más, para hacerse el importante.

 - ¿Cómo eshta er ahua’? –este último fue una lindeza de Raúl, que tampoco daba para más y no sabía ni hablar bien.

 - Un poco de cara de arenque sí que tienes, tía…- los de Pau eran menos hirientes, pero igual de cortantes. Menos hirientes porque te los decía un imbécil de 14 años totalmente colocado y además a las 8:30 de la mañana, pero igual de cortantes porque daba pie al siguiente chico para que metiese cizaña.

 - ¡Eh callad ya! No sé dónde le veis la gracia, porque ni se parece, ni huele a pescadería, y es una gran chorrada, porque a vosotros no os gustaría que os llamasen mierdas de estas y que todo el mundo se empezase a reír, y no pudieseis defenderos- me pareció buena idea intervenir, porque era mi amiga y no quería que eso fuese a peor.

- ¡Tú calla, nueva! No tienes derecho a meterte en esto o nos empezaremos a reír de ti.

 - ¡No le hables así! Dejarla tranquila, que no os ha hecho nada. Si la Tere no se entera de nada que esté a más de veinte centímetros de su cara, también podría haberse equivocado con vuestros nombres, y todos nos habríamos reído. Así que dejadlo ya, que parecéis críos.

 - A ver… Silencio, chicos. Sigamos.

 - Se llama Sara Arendéz Hemar- hablé bastante alto para que me oyese toda la clase, pero no sabía si la profesora se había enterado- Profesora, se llama Sara Arendéz Hemar.

 - Me alegro por ella, ¿Qué quieres decir con eso… ehm… Ira?

Más risitas de niñatos. Las ignoré y seguí gritándole a la profesora.

 - Quiero decir que la llame por su nombre, y no por el que usted entienda. Y si está medio sorda, entonces consulte la lista, que por algo se la han dado, no solo para hacer bulto en el cajón. Y yo me llamo Iris, no Ira. Apréndaselo o no me llame por mi nombre el resto del curso- no me puedo creer que le hablase así a una superior, pero era lo que realmente pensaba, y que se burlasen de una niña por culpa de una profesora era algo que no toleraba.

Calló todo el mundo. Estaban todos girados hacia mí, la mitad asombrados de que le hablase así a una profesora, aunque fuera esta pava. Seguí mirando muy seria a la profesora.

 - Bien, entendido, Iris. Sara, te pido disculpas. Y ahora, IRIS, abandona la clase y vete al despacho del director para hablar sobre tu conducta y tu manera de hablar hacia un profesor.

 Me lo esperaba. Me levanté y salí de clase muy tranquila. Supe enseguida que el despacho del director era la última puerta del pasillo, porque era también la más grande y en el cartel ponía Director. Llamé a la puerta. Nada. Llamé otra vez. No me asustaba lo que me fuese a decir, porque sabía que iba a haber reprimenda y llamada mis padres, y luego vuelta a clase. Y como tampoco pensaba repetirlo nunca más, en vista de las consecuencias, estuve tranquila.

 - Adelante.

 Giré el picaporte y asomé medio cuerpo. El director me miró y desvió la mirada hasta una de las sillas. Entré y me senté.

- ¿Qué te trae a mi despacho? –me pareció un hombre muy amable y respetuoso, incluso sabiendo que yo la había liado parda. Era de mediana edad, como mi madre, más o menos, y tenía los ojos claros, unas gafas de montura fina y una barba no demasiado larga. Iba vestido con un traje oscuro, y una camisa de rayas lilas.

- Pues… es que le he hablado mal a una profesora y le he… vacilado. No sé cómo decirlo correctamente, lo siento.

 - ¿Cuál es tu nombre?

 - Iris Martín Padua.

 - ¿Curso?

- Tercero C.

- ¿Qué profesora era?

 - No sé cómo se llama. Me da historia. Creo que Teresa o Tere.

 - Sí, Teresa. Una mujer mayor y delgadita. Medio sorda, ¿me equivoco?

- No, señor.

- Y bien, ¿Qué es lo que le has dicho para que te envíe aquí?

 - Pues una amiga mía se giró para hablarme un segundo, y ella la llamó por dos nombres que no eran el suyo. Mi amiga dijo su nombre y sus apellidos, y ella lo debió oír mal y lo repitió con otras palabras que la dejaban en ridículo. Toda la clase se empezó a reír y se metieron con mi amiga, y la profesora no les mandó callar. Yo defendí a mi amiga, Teresa dejó por terminada la discusión y siguió explicando. Entonces yo le repetí el nombre de mi amiga correctamente, ella me contestó que qué quería decir con eso, y también dijo mi nombre mal. Y entonces fue cuando le contesté “mal”, y me envió a su despacho- por la cara que puso, debió estar flipando con la de cosas que nos pasaban a los adolescentes en clase ya a primera hora.

- ¿Qué fue eso que le dijiste, textualmente?

- Le dije: Llámela por su nombre y no por el que usted entienda. Y si está sorda, consulte la lista, que no se la dan solo para hacer bulto. Y mi nombre es Iris, no ira. Apréndaselo o no me vuelva a llamar durante el resto del curso.

Calló, probablemente asimilando mi carácter enfrente a un profesor.

 - Entiendo. Bueno, por lo que veo quisiste defender a una amiga, pero se te escapó un poco de las manos. En estas edades todos los chicos y chicas de tu edad sois muy influyentes, pero también influenciables. Pero has de entender que te has pasado bastante con Teresa, al fin y al cabo es tu profesora y debes respetarla. Llamaré a tus padres, porque veo necesario que sepan lo que ha ocurrido, pero que no se repita o tendré que ponerte una amonestación. Puedes volver a tu clase – miró a su reloj-, bueno, a tu segunda clase del día.

 - Gracias, señor director.

 Me cayó bien. Fue bastante imparcial y no me impuso nada que me pareciese incorrecto. Solo hizo lo que debía hacer. Justo cuando salí del despacho vi a mis compañeros salir de clase para ir a informática. Corrí a coger mi portátil y alcanzarles antes de llegar al aula. Era un espacio grande, con una pizarra digital al lado de la mesa del profesor, y filas de mesas que estaban juntas. Quedaba un sitio libre en la primera fila. Me senté, justo entre Carlos, uno de los empollones y David, uno de los chicos solitarios. El primero se apartó todo lo que la silla le permitía, como si fuese la peste negra y le fuese a contagiar y manchar su expediente. En cambio, David me miró y me sonrió. Detrás de mí estaba Mario, que asintió cuando me giré, como aprobando mi comportamiento anterior. Detrás de él estaban Sara y Tania, que me hicieron gestos para hablar más tarde. No presté mucha atención al profesor, porque tampoco decía nada. Él estaba en Facebook, mis compañeros estaban en Facebook, nadie lo escondía y a nadie le importaba.

 - Soy David- levanté la cabeza y miré al chico de mi izquierda, que había iniciado una conversación conmigo sin tener la obligación de hacerlo.

 - Iris.

 - Lo sé- como para no saberlo, después de lo ocurrido-. Impresionante lo que has hecho en Historia. Estamos todos a tus pies. Bueno, menos Óscar y Raúl, están gratamente ofendidos – puso una cara de ofendido muy graciosa mientras lo decía en tono de burla- porque la nueva les ha hablado.

- No he hecho nada del otro mundo, solo he defendido a una amiga.

 - Me caes bien. No te callas las cosas, pero tampoco le haces daño a la gente.

- Tu a mí también. Eres de las primeras personas que no me mira como si hubiese matado un pato.

 - ¿Por qué un pato?

- Porque son adorables y dicen cuac.

Se rió, y se empezó a poner colorado de tanto reírse y no parar a respirar.

- Vale… vale… - fue dejando de reír progresivamente- Pues un pato entonces. Igualmente, enhorabuena, has dicho lo que todos pensábamos y nadie se atrevía a decir. ¡Oye! – me dio una palmada cuando se le encendió la bombillita- Deberías venir algún día con nosotros. Nos protegerías de los canis y los “shurmanos”.

- Iris anti injusticias a domicilio. No exterminamos canis, patos, ni profesores de matemáticas- imité a las voces de la tele tienda- Por el increíble precio que aparece en pantalla.

 Otra vez con el ataque de risa. Así charlando, la clase terminó y salimos juntos hacia Lengua catalana. Me cayó bien. Tal vez con él cerca no sería encesario colarme por el idiota de mi vecino.Esperaba que mi mente no fuese tan idiota de hacerlo. Sara y Tania nos alcanzaron por el camino.

- Iris, Dios mío, ¡siento que te hayan enviado al director por mi culpa!- Sara estaba notablemente arrepentida.

 - Sara, relájate, no me ha dicho nada. Le he contado lo que ha pasado, me ha dicho que no se repita y me ha dejado irme.

- ¡Ha sido una pasada! Deberías repetirlo, deberías hacerlo con todos y así se callarían la bocaza- Tania ya me estaba induciendo de nuevo a malos comportamientos-. Serías un arma letal contra las chonis y los chungos del barrio.

 David y yo nos miramos con complicidad y repetimos como loros.

 - Iris anti justicias a domicilio. No exterminamos canis, patos, ni profesores de matemáticas- y nos reímos los dos.

Sara y Tania no entendían nada, pero de vernos reírnos les entró la risa a ellas también. A la hora del patio, bajamos todas bastante animadas. Nos sentamos en el bordillo, y cuando bajaron los chicos, fue como una gran avalancha. David, Marc Pons, Mario, y otros tres chicos de los que conocía el nombre pero no el propietario del mismo, bajaron en piña, como si tuviesen miedo de que alguien les fuese a robar el bocata. David me saludó agitando la mano, Marc alzando una ceja y lanzándome un besito y Mario haciendo un gesto con la cabeza, en plan pasota. Como si estuviese planeado, David se apartó del grupo y se sentó con nosotras.

 - ¿Os importa que me quede?

- No, en absoluto. Cien euros- Tania le tendió la mano. David partió un trozo de su bocata de paté y se lo puso en la mano- Tú y yo hablamos el mismo idioma.

 Empezamos a charlar animadamente. Los chicos con los que había bajado nos miraban con recelo unos metros más alejados. De repente, otro “traidor” se sentó con nosotras. Me quedé en blanco porque no me acordaba de su nombre.

- ¡Hola! Me uno a la chupipandi, yo también quiero bocata. Se empezaron a pelear de coña por el bocata de David. Y entonces me acordé.

- ¡PABLO!- se me escapó un pensamiento.

- ¿Qué?- balbuceó con la boca llena de su bocata, el de David y el de Sara.

- Que te llamas Pablo.

- No. Yo soy Goyo Gregorio Juan Mateo Sebastopol.

 - Go…gre…ju…ma se. ¡Gogrejumase!- Sara siempre tenía la mente despierta, pero para decir tonterías.

- ¿Qué dices, tía? Se te ha caído el coco de la palmera… - David no parecía muy acostumbrado a las tonterías de Sara.

 - El otro... ¿Que hablas tú de cocos?- ahora era yo quién lo había flipado con David, pero me ignoraron para seguir escuchando las deliberaciones de Sara.

 - Las primeras letras de sus nombres forman la palabra Gogrejumase.

- Tiene sentido- me rendí ante la lógica aplastante.

- Muy normal- ironías de boca de Tania.

- Me gusta…- Pablo acabó de rematar la jugada.

 - Aprobado por el comité aprueba cosas, Pablo a partir de ahora se llama Gogrejumase- y Sara se salió con la suya. Nos reímos todos mientras los tíos duros de Mario y compañía nos miraban  y planeaban el contraataque por haber abducido a dos de sus hombres.

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