domingo, 26 de enero de 2014

Memorias de una adolescente sarcástica - Capítulo 1

MEMORIAS DE UNA ADOLESCENTE SARCÁSTICA
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CAPÍTULO 1

Mi primer día de instituto, en la ciudad de toda la vida. Realmente, ya había empezado la educación secundaria, pero mi primer y segundo año de la ESO había recibido clases particulares en casa. Manías de mi madre. Logré convencerla para que me dejase terminar los estudios en un centro como el resto de gente de mi edad. Y aquí estaba, parada como una estúpida, perdida en medio del gentío de adolescentes que corrían para no llegar tarde a la presentación. Esperaba que, al igual que en las películas, un chico guapo y dulce chocase conmigo y, gentilmente, se ofreciese voluntario a mostrarme las clases. Estúpida imaginación y estúpidas películas románticas de adolescente. Des convenciéndome de que mi príncipe azul del siglo XXI llegaría como por arte de magia, me estire la camiseta por debajo de la cintura, asegurándome de que no se me veían las bragas para que no pareciese que me insinuaba a nadie, aunque mi ropa interior parecía más bien de mi abuela. Incluso la suya era más sexy que la mía. Así que representando  algún tipo de desinterés por el mundo que me rodeaba, fijé mis ojos en mi móvil (simulando un típico cliché adolescente) y me dirigí vagamente hacia el edificio del colegio. 

Aunque había abandonado la idea del chico ideal, seguía esperando chocarme accidentalmente y cruzar nuestras miradas de manera que supiésemos que pasaríamos la vida juntos. Nadie, y remarco de nuevo el NADIE se molestó en mirarme, lo que me pareció un detalle porque a diferencia de todas mis nuevas compañeras, no llevaba ni pizca de maquillaje y parecía una especie de zombie con ropa barata en comparación con ellas. Gracias al amable conserje, llegue siguiendo sus indicaciones hasta el patio, donde habían colocado interminables filas de sillas. Me senté al final de todo, un poco cerca de la multitud que hablaba a grandes voces con sus amigos de las filas más avanzadas y que hacía meses que no veían. Cuando todos empezaron a aflojar los gritos hasta el punto de convertirlos en susurros es cuando me di cuenta de que un hombre de aspecto importante había llegado al centro del patio y se había colocado detrás de un improvisado estrado. Fue cuando empezó a llamar a los nuevos alumnos por cursos que me entró una especie de sudor frio por toda la nuca, y me di cuenta de que era una niña de 14 años con demasiados complejos sobre mí misma, ya que pensaba mucho y actuaba poco. Así que cuando dijo mi nombre y el curso al que iba a ir, yo estaba sumida en mis pensamientos, y un chico con aspecto de incomprendido (y el cual habría jurado que antes no estaba ahí) me tuvo que dar un codazo y soltarme secamente:
-         Si eres tú, levántate y dale la mano, y escóndete lo máximo posible entre las filas traseras si pretendes pasar desapercibida.
Torpemente, pero lo más rápido que pude, me levanté y caminé con paso ligero hasta colocarme a su lado, donde le di la mano tal y como ese “malote marginado” sacado de una novela empalagosa de vampiros me había dicho, y me escondí detrás de un chico de primer curso demasiado alto para tener 12 años y dos gemelas que parecían haber llegado desde un país del norte de Europa. Cuando terminó, la gran masa de estudiantes se fue dividiendo por niveles, aunque la mayoría de chicos preferían echar unas canastas, ya que el primer día de clase y sus rituales los tenían más que memorizados. Pasando otra vez desapercibida, me acoplé a mi curso, el cual fue dividido en tres grupos. A mí me tocó en el C, las personas que más destacaban del cual eran un tío sudoroso pero que atraía a todas las chicas pese a su olor de mofeta muerta, unas niñatas estiradas que parecían sacadas de algún reality show americano y que llevaban siete kilos de maquillaje en la cara cada una, una chica emo que tenía un par de rajas en su brazo izquierdo y una en el derecho y que llevaba el pelo cortado por encima de los hombros y con mechas violáceas y una japonesa que parecía que creyese que vivía en un manga. Y, como no, el idiota vacilón chulito salido, típico de cada clase. Aunque también estaba el chico del codazo, que tampoco compensaba demasiado, pero era el mejor que había visto por el momento. Al terminar de nombrar a los alumnos de cada clase, nos mandaron a todos a casa. A la salida, justo cuando me dirigía a mi asquerosa casa para continuar con mi asquerosa vida, reapareció el chico de la ceremonia.

-    - Gran actuación, menos mal que te he despertado para realizarla- soltó una risita por su propio chiste y se calló, probablemente porque pensó que había metido la pata o que tal vez su comentario hubiese afectado a mi “frágil corazoncito”.

Parecía que hubiese corrido para cogerme, porque jadeaba ligeramente. Le miré y le mostré mi sonrisa más sarcástica, la cual produjo en él una carcajada. Caminamos, en silencio otra vez, uno al lado del otro sin saber que decir. Sorprendida de que no se fuese cuando llegué a la puerta de mi edificio, le dije intentando espantarle:

-    - ¿No tienes casa propia? - abrí el portal y me giré para mirarle, esperando una respuesta.
-    - Claro. Detrás de ti- dijo caballerosamente, aunque también en tono sarcástico, haciendo un gesto para que entrase.

Mierda. Mierda. Mierda. ¡¿El rompecostillas marginado vivía en mi bloque?! Subimos al ascensor, y yo marqué mi piso. Me ahorre la frasecita borde de << ¿Estas manco? Pues dale al botón, no esperes que lo haga por ti. >> Llegué al quinto, Salí del ascensor, me gire para ver si seguía dentro de allí, pero no  estaba, sino que me había adelantado y estaba abriendo la puerta que estaba al lado de la mía.
-    - Hasta mañana, VECINA.
     Y cerró. Abrí mi puerta precipitadamente, corrí a mi habitación y me puse a chillar, frustrada porque sabía que me acabaría colando por el niño estúpido y borde que se parecía a mí en cuanto a los sarcasmos y las tonterías que escupía. Cuando ahogue mi grito en una almohada, le oí al otro lado de la pared carcajeándose, obviamente, de la paria de su vecina. Vaya curso me esperaba... 


Y hasta aquí el primer capítulo. Espero que os haya gustado. ¡Si es así dalalai! Vale no, pero puedes dejar en los comentarios tu opinión, lo que más te ha gustado o si crees que hay algo que podría mejorar :*

2 comentarios:

  1. Me ha encantado este capitulo. Me gustaría que publicaras más cuando acabes el siguiente. Esto tiene futuro.

    Besitos

    María

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    Respuestas
    1. Jajaja muchas gracias, hago lo que puedo <3 en realidad, tengo más de cinco capitulos, pero no he colgado ninguno más pensando que no era tan interesante;)

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